Sunday, September 24, 2006





DESPIDETE S.L. (I)

by Tom Baxter

Cada día, recién doblaba la calle, sacaba del bolsillo de su abrigo un pequeño trapo, con el que amorosamente lustraba la placa del portal, antes de subir a la oficina.

La u está perdiendo fuelle - parece un poco desgastada, pensó Lucía frunciendo el ceño. Una vez arriba, lo primero que hizo fue apuntar en su agenda mirar lo de la placa, mientras escondía el rebelde flequillo por detrás de las orejas.

Dando un sorbo a su segundo café, sintonizó Radio 2 y detuvo su mirada en el calendario. Aquel día aparecía señalado de manera especial, con una explosión de colores y círculos. Reparó en el Post-It y sonrió: mírame por detrás. Tomó la hoja y le dio la vuelta, recostándose en su silla con apoyabrazos: adoraba las sillas con apoyabrazos, a veces se veía en la necesidad de sostener su cabeza. Consultó el reloj: aún le sobraban unos minutos antes de que empezaran a llegar.

" Mi querida Lucy:

Soy tú. O sea, yo. O quizá debiera decir nosotras, jaja. Bueno, ya sabes. Ufff, joder tía, no sé ni qué decirte. A veces creo que esto es una jodida locura. Pero ya está, lo hicimos, ya terminó todo el papeleo. Hoy empezamos. Aquí estoy, sentada en la mesa, un poco sin saber ni por dónde empezar.

Sabes, me encantaría saber qué es de tí ahora mismo, espero que estés leyendo esto aquí donde estoy yo, entonces sabría que al menos sobrevivimos. Estoy un poco mejor ahora, supongo que será por esto, pero lo he pasado bastante mal este último mes, entre lo de Carlos, poner esto en marcha y aguantar a la gente diciéndome que estoy como una cabra. Y papá, que no lo aguanto. Ayer me tuve que marchar de casa. Empezó a decir que nunca había hecho nada normal, que las hijas de sus amigas o están casadas o son abogadas o médicos, bueno, ya sabes. Me levanté de la cena y me fui, me dio pena por mamá, luego me dijo Luis que la vio llorando en la cocina cuando volvió del cine. Pobre Luisito, lo que va a tener que aguantar hasta que termine la carrera. A ver si le convenzo y se va de Erasmus. Sería cojonudo que se fueran mis ex y no el hermanín eh.

Lo de Carlos nada, te puedes imaginar. Hace un mes que se fue y no se nada de él. Toda la puta vida despidiendo a la gente, joder. Quedándote sola, como una imbécil. Espero que ni te acuerdes de él, estaría bueno. El otro día fui a Madrid, no te puedes imaginar tía la cantidad de gente que hay sola por ahí, mirando con envidia las típicas despedidas. Nos vamos a forrar, ya verás. Hoy empiezan dos nuevos, una amiga de Marta, que bah, parece que puede servir, a ver. Y un tío así, normalucho pero que tampoco es feo. A ver si te llegan. Creo que siendo cuatro o cinco está de sobra. Ya me contarás. O ya te contaré, jaja.

Ayer me acosté con Armando, jugaba con Carlos en el equipo. No sé, siempre me gustó un poco...

Espero que se entere Carlos. Dios, no sé que estoy haciendo con mi vida Lucy...

Bueno, a ver si mañana tenemos el primer pedido. Lo más difícil fue lo de las tarifas. Te dejo, voy a ver si les explico a esta gente lo que queremos.

Cuídate mucho, Lucy, por favor, y no me juzgues con rencor...

Te quiero infinito,

P.D.- ¡Recuérdame en el segundo aniversario!"

Lucía empezó a escribirse cartas futuras el día que cumplió doce años, y era ya una costumbre saludar a sus yos venideros en momentos señalados, pero hacía tiempo que había dejado de prometerse cosas, no en vano tuvo que enamorarse otra vez, seguía fumando de vez en cuando, no se fue a vivir a Italia ni a Irlanda ni a Inglaterra, seguía perdiendo los papeles con los hombres y se sorprendía llorando alguna que otra noche. Había llegado a conocerse lo suficiente como para no prometerse nada. Le iba mejor así, con los pies en la tierra.

Sebastián, Paloma, Marcos, Susana y Ernesto esperaban en la sala de reuniones. Eran ya seis los que sacaban el trabajo diario adelante. La responsabilidad para Lucía era considerable; no sólo tenía que pagarles, también formarles, distribuir los encargos entre todos, designar guardias y llevar la parte administrativa y de marketing sin apenas ayuda, aparte de afrontar imprevistos y llevar sobre sus hombros todo el riesgo económico. Pero era lo que le gustaba, y desarrollaba su cometido con verdadera devoción.

En cierto modo había sistematizado el trabajo diario. En un año la empresa había adquirido una proyección inimaginable, y a Lucía se la veía ahora con otros ojos. Se la respetaba, y se consideraba ejemplar su inteligencia y sagacidad. No dejaba de ofrecer un servicio de primera necesidad. Tan útil como un corte de pelo, o un psicoanalista. Existían clínicas de fisioterapia pero a nadie se le había ocurrido ofrecer un alivio para un mal tan extendido en la población. Tenía una fe ciega en su negocio, y constantemente se le ocurrían nuevas ideas para dar mayor utilidad a su empresa. Había pasado de sufrir la soledad, el abandono y el desamor en sus carnes a aprovecharse de él como medio de vida. Y casi nadie creyó en ella.

...continuará...

Photo: Ernst Haas

Sunday, September 17, 2006

Cudillero





Elegías de Duino



Quizá no te acuerdes, pero cuando venías con nosotros a la ópera me gustaba ver tu rostro disimuladamente, y esperaba impaciente el momento más intenso del aria para rozar levemente tu mano. A veces se nos ocurría a la vez y entonces brotaban las sonrisas.
Confieso haber tratado de atraparte parasiempre en momentos puntuales, casi estratégicamente, porque creía que esos pequeños instantes donde la sensibilidad se libera y alcanza su cima permanecen grabados a fuego en el recuerdo de quien es capaz de amar.

Asistimos el domingo a la primera función, pero no había esta vez hombres con cabezas enormes, como salidos de Alicia. Hubo Sonrisas y lágrimas, esa familia Trapp al completo acudiendo al teatro con sus vestidos de gala, los niños con pantalón corto, la adolescente con su vestido primoroso de puesta de largo, anunciando a la buena sociedad su abandono de la infancia.

Y la semana transcurrió a partir de ellos, reflexionando acerca de la buena educación, cómo hay cosas que no pueden ser de otra manera y ojalá nunca cambien.

El sábado me llevó mi padre al Palacio de los Selgas, en Cudillero, el más imponente del norte de España. Nadie lo conoce, pero qué más da. ¿Qué ganaría la gente sabiendo de su existencia?. Para eso se abren los grandes centros comerciales, que son sitios en los que no se necesita ser elegante y hay hilo musical y tiendas y puedes ir en camiseta sin mangas y pasar la tarde con la familia.

La Fundación Selgas-Fagalde dispuso un concierto, nada más y nada menos que de Christian Zacharias, uno de los más grandes pianistas del mundo. Debía haber no más de 50 personas, bajo rigurosa invitación, y el recital se disfrutó en el pabellón de tapices, entre cuadros de Goya y tapices del siglo XV.
Al llegar a la mansión, un encargado de la Fundación acompañaba a los invitados hasta el pabellón, sito en medio de un parque maravilloso, una ecléctica mezcla de jardín inglés, francés e italiano con unos árboles majestuosos. Sólo eché en falta criados de librea, para servirnos el té en tazas de porcelana.
Unas horas antes estaba leyendo a Rilke, y no pude evitar sentirme identificado con él. Paseaba fascinado por el jardín imaginando sin cesar historias y más historias en cada rincón, no debimos leer tanto bro.
Hay listas de espera para entrar aquí, incluso de un año, y al palacio se accede con babuchas, es preciso descalzarse para no manchar las alfombras. La familia desapareció, sólo quedaron dos hermanas sin descendencia que apuraron su vida entre Asturias y, naturalmente, su palacio en la Castellana de Madrid.

El concierto fue delicioso, como no podía ser de otra manera. Mis sonatas de Mozart son las suyas, tengo su disco de Emi, pero a mi padre le sorprendió enormemente su manera de interpretar a Chopin.

Mientras ibamos abandonando el Palacio - qué tarde de septiembre...- pensaba en ciertas afinidades electivas, en la verdadera fortuna, que consiste en ser un espíritu cultivado, una distinción intelectual que no se puede comprar en ninguna parte.

Aunque, irremediablemente, te haga sentir tan solo en este mundo...

Tampoco la clase, ni la elegancia, se puede adquirir. LLevaba mi cámara en el bolsillo de mi traje, y cuando hice ademán de sacar un par de fotos para inmortalizar esa tarde de ensueño, no pude evitar sonreír a mi padre cuando me dijo: - Ni se te ocurra, Alberto.

Media hora después mi mirada ensimismada veía cómo iba cayendo la noche sobre la carretera, y pensaba en cuán distinto iba a ser todo un par de horas después, sumergido en el bullicio de San Mateo.
Pero eso fue antes de caer en los brazos de María Dolores Pradera, toda una dama de la canción.

- Orgullosamente diles que es por ti...


Menos mal que me esperaba Paul, y el ron; era preciso acabar la noche bebiendo copas de solipsismo.


Cuando volví a casa, releí la elegía primera. Alguna vez pasearé por Trieste...

Elegía I

¿Quién, si yo gritara, me oiría desde las jerarquías de los angeles?,
y aún en el caso de que uno me cogiera de repente
y me llevara junto a su corazón;
yo perecería por su existir más potente.

Porque lo bello no es nada más que el comienzo de lo terrible,
justo lo que nosotros todavía podemos soportar,
y lo admiramos tanto porque él, indiferente, desdeña destruirnos.
Todo ángel es terrible.

Y por esto yo me contengo y ahogo el grito de reclamo
de un oscuro sollozo. Ay, ¿a quién podemos recurrir?
A los ángeles no, a los hombres, no, y los animales, sagaces,
se dan cuenta ya de que no estamos muy seguros,
no nos sentimos en casa en el mundo interpretado.

Nos queda tal vez algún árbol de la ladera,
para que la volvamos a ver todos los días;
nos queda la calle de ayer y la mimada fidelidad de una costumbre
que se encontró a gusto con nosotros y por esto se quedó y no se fue.

Oh, y la noche, la noche, cuando el viento lleno de espacio cósmico
muerde nuestro rostro, ¿para quién no se quedaría,
la anhelada, suavemente desilusionadora,
penosamente inminente para el corazón solitario?
¿Es más leve para los amantes?

Ay, ellos no hacen más que ocultarse el uno al otro su suerte.
¿No lo sabes aún? Arroja de tus brazos el vacío
y añádelo a los espacios que respiramos;
tal vez los pájaros sientan el aire ensanchado con el vuelo más íntimo.
(...)









Wednesday, September 06, 2006






Sobre las decepciones



No suelo hacerlo, pero ayer me detuve en la frase que encabeza una de las páginas de mi agenda.
Y como creo que alguna de las personas que quiero - y no diré nombres- aún no lo tiene claro, quiero aportar mi granito de arena para hacérselo más fácil, aunque no sea el más indicado.

En mi caso las personas me decepcionan varias veces hasta que me doy cuenta, pero es que yo soy idiota, así que no me toméis como ejemplo.
Sin embargo, pienso que la decepción está en nosotros, por perder el tiempo con quien no merece la pena. Es cierto que perdemos a jirones el respeto por nosotros mismos mendigando un poco de cariño.

No lo hagamos más.

" La talla de las estatuas disminuye alejándose de ellas; la de los hombres, aproximándose"

Alphonse Karr. No me preguntéis quién es. (Léase mujeres en nuestro caso).


Y no estaría de más recordar Adaptation, esa película (no me lo recuerdes, bro) cuyo mensaje final era algo así como:

"Somos lo que amamos, no lo que nos aman"


Ayudadme a tenerlo claro, por favor.

Se os quiere...

Tom Baxter



Música: Take You On A Cruise, mi canción favorita de Interpol, Janis.