Wednesday, October 24, 2007


EL CAMINO DEL EXCESO
Qué decir de un viaje directo al corazón, si aún sabiendo que tras la esquina nos aguardaba el éxtasis no pudimos contener la expansión.
Qué decir cuando se apagan los focos y te rodean 75000 personas esperando lo mismo que tú, gritándole al viento la banda sonora de tu vida, con la sangre hirviendo.
Qué decir si los hermanos nos abrazamos al verles aparecer haciendo brotar el estanque ante nuestros ojos: nunca un abrazo fue tan infinito.
Pocas veces más de 2000 kilómetros valen dos horas. El sábado en Sevilla se quedaron cortos.
Qué decir...

Wednesday, October 10, 2007







" Desde que vine al mundo, hace relativamente poco tiempo, adoro venir aquí, a mi rincón, donde veo pasar el tiempo poco a poco, sin mucho más quehacer que el ver sucederse los trenes a lo largo del día. No es ésta una estación con glamour, como las que vemos en las películas o leemos en los libros; más bien es como todas: estación de tránsito, desde donde la gente va o adonde la gente llega.
Una vez ví en un libro vaporosas ilustraciones de pinturas donde se adivinaban las mortecinas luces de los trenes entre una niebla muy densa, o quizá era humo, no estoy seguro.
Recuerdo una estampa: de un vagón descendía una mujer joven resguardando su sombrero de los embates del viento y portando una caja en la que se adivinaba otro de esos tocados adquiridos, imagino, en esa boutique de la metrópoli donde monsieur Tournachon - orondo, con mostacho y monóculo- despacha desde hace lustros a las señoritas de sociedad todo tipo de complementos a la última moda.

- Desde luego, miss Nightingale, que no le faltarán pretendientes en sus paseos por la orilla del Sena con este nuevo modelo de la casa Maurice. ¡Antoine!, anótelo en la cuenta de la señorita.

¡Ah!, pero es inútil ver hoy en día nada parecido, ya no existen damas que anuncien su llegada al andén con un espectáculo previo de interminables piernas; ni siquiera se mueven los pliegues de sus vestidos y mucho menos se escuchan el ruido de sus tacones.

Qué vulgaridad, apetece murmurar, y pienso en el pobre enamorado de miss Nightingale, que todos los sábados viene a tomar el té con una bandeja de pastelitos con la esperanza de no ser salvajemente despreciado esta vez. Se desespera por causarle buena impresión a quien quisiera su suegra, mientras de reojo aguarda minuto a minuto ver descender por el pasamanos que se aprecia desde el salón las exquisitas manos con las uñas pintadas de rojo carmesí de la causa de sus desvelos.

- ¡Oh cariño!, es tan adorable, hija mía..., escucha por la noche Ethel, entre bostezos, mientras se alisa el cabello en su tocador, antes de acostarse con su camisón de terciopelo azul...

Sí, es cierto, eso me reprochaban mis hermanos: pretender vivir escondido entre las páginas de un libro, ensimismarme a la luz de la luna mientras ellos jugaban felices y despreocupados a buscar gusanos.
Recuerdo a mis padres moviendo la cabeza con preocupación cuando me veían subido a un árbol oteando el horizonte, pensativo, después de ver una de esas películas en blanco y negro tras el cristal. Yo no podía oír lo que decían, así que disfrutaba imaginando qué sutiles palabras gravitaban en la pantalla, capaces de transformar expresiones en los rostros de los personajes...
Desde hace un par de semanas, cada dos días, viene una hermosa mujer a tomar el tren de las 6. Siempre llega 20 minutos antes, y devora con atención las páginas de un libro amarillo. De vez en cuando el flequillo cae sobre sus ojos, y disfruto viendo cómo se lo recoje sin perder atención.

Y a veces, y siempre lo aguardo con excitación, lee algún párrafo que le hace tomar una expresión maravillosa mientras se inclina para leerlo mejor.


Entonces doy un par de saltos y echo a volar para acercarme a ella. Ayer me miró, pero sigo sin saber cómo podría pedirle que me enseñe a leer... "




Mi pequeña colaboración para la Editorial Aljor, sobre fotografía de (Al) Jorge Cuervo-Arango, el hermanísimo. Espero que les guste. Y quisiera preguntarles qué escrito les sugiere esta imagen.
Fotografía: estación de ferrocarril, gijón-jovellanos




www. fotolog.com/editorialaljor